domingo, 21 de noviembre de 2010

Racord

En la habitación azul se encontraban el pequeño Tom, su madre Lucy, y su padre, el barbudo Jonas.
Tom llevaba puesto un sencillo pero bonito traje negro con unas bandas rojas en las mangas, algo informal, mientras que Lucy llevaba el pelo suelto, embutida en un vestido rojo burdeos. Jonas, por su parte llevaba unos vaqueros y calzaba unos zapatos carísimos.
Como ya hemos dicho, en la habitación rosa se encontraban el pequeño Tom, su madre Lucy, su padre Jonas y un pez en su pecera. Tom llevaba puesto un traje verde limón horrible similar a un uniforme, mientras que Lucy llevaba un moño y un vestido blanco a juego con su collar de perlas. Jonas, por su parte llevaba unos vaqueros y unas zapatillas de andar por casa. El pez no llevaba nada puesto.
No queremos dejar pasar por alto lo expuesto anteriormente: En la habitación verde se encontraban el gran Tim, su madre Mary, su padre, el barbudo Judas, y un dinosaurio.
Tim vestía un albornoz de color naranja, mientras que su madre Mary llevaba una cofia y un delantal a juego. Judas, por su parte llevaba un pijama y un afeitado apurado. El dinosauro llevaba una bata de franela.
A modo de conclusión, diremos que: En la habitación negra se encontraban el gigante Timmy, su madre Milly, su padre, el bigotudo Johan, una centuria romana, varias palomas, doscientos cincuenta gramos de filetes de ternera, un policia, Ewan Mc Gregor, Jesucristo y Chindasvinto, rey godo. Timmy iba desnudo como buen gigante, Milly vestía un camisón negro, una falda amarilla, medias azules, y en las manos llevaba unas castañuelas. Johan, por su parte, lucía unas gafas, peluquín, calzoncillos blancos y unos ligueros negros.
La centuria romana, varias palomas, el policía, Ewan Mc Gregor, Jesucristo y Chindasvisto, rey godo, llevaban puestas las ropas normales que suelen vestir.
Los doscientos cincuenta gramos de filete de ternera se los comió mi perro.
Y esto, señorías, es de todo lo que me puedo acordar...

Bloom-Withno

martes, 16 de noviembre de 2010

A una amiga lejana

Cada vez que pienso en ti me embarga la melancolía. Una envidia sana que provoca una sonrisa en mi rostro. Muchas personas sueñan con sus sueños, pocos los consiguen.
Desconozco si eres feliz, hace ya tiempo que tu rastro se difuminó en el tiempo que nos ha tocado vivir. A través de mí habla el recuerdo, pues recuerdo es todo lo que tenemos.
Tuviste el coraje de seguir, no amedrentarte, coger las riendas de tu vida, no desfallecer, ser abnegada hasta que tus fuerzas menguaran. Ignoro si lo que digo es verdad, pero quiero recordarlo así.
Recuerdo tu cara arrugada por la sonrisa, una leve inclinación hacia atrás de tu cuello y la risa emanaba de tu garganta. Nostalgia de otros tiempos.
Un día te vi partir, caminando hacia tu destino. Me sentí solo y desamparado, amplificando todo como si fuera devastado por una horda. Perdón, exagero, los recuerdos se amontonan.
Te he admirado toda mi vida y seguiré haciéndolo. Estoy tan orgulloso de ti que quizás ni lo sepas.
Me vuelvo a leer. Es posible que exagere. O no. En lo último, seguro que no.
Pocas veces conoces a gente extraordinaria capaz de decidir su vida. Yo he tenido esa suerte. Ella tuvo esa valentía que yo no tuve ni tendré nunca. Puede que no te vuelva a ver. Espero que seas feliz.

Desde mi habitación, donde recuerdo a mi amiga.

Bloom-Withno

martes, 9 de noviembre de 2010

Futilidades

Unos hablan de sí mismos, otros hablan de otros que no son ellos. Opinan, disertan, confunden. Pequeño espectáculo circense: Todos tenemos una opinión y queremos hacerla valer.
Otros no hablan ni de ellos, ni de nada en particular, son reservados hasta límites insospechados rayando la falta de respeto. Quizás no haya nada que decir al fin y al cabo.
Unos se expresan, otros rebaten, algunos intentan, muchos seducen.
Así es el día a día de lo que pienso sobre la raza humana y su comunicación. Oírnos, parece que nos oímos, pero, ¿nos escuchamos?
En realidad no queremos que nos escuchen. Queremos soltar nuestra retahíla de opinión y que llegue a otros oídos, da igual quien sea el portador de las orejas, lo importante es que yo opine. ¿De qué? ¿Sobre qué? Eso da igual, tengo opinión para todo.
¿Somos empáticos? ¿Tenemos asertividad? ¿Cuanto odio albergamos en nuestro interior? ¿Es posible el amor incondicional? ¿Somos cada vez más hipócritas? Preguntas que posiblemente os importen una mierda. No os culpo.
Quizá nos baste con sobrevivir...

Bloom-Withno

lunes, 1 de noviembre de 2010

La Literatura de los Hechos

De entre los distintos géneros (y engendros) literarios, la novela ha sido el ejemplo perfecto para dar rienda suelta a la imaginación, a la deformación y elasticidad del lenguaje. Por eso se va a hablar de todo lo contrario: De los libros en los que "pasan cosas".
Lo de contar historias viene de lejos, no se buscaba un estilismo o una belleza formal: Todo consistía en relatar, de manera fidedigna o exagerada una hazaña, una lucha, una epopeya. Así descubrimos a Homero, a Virgilio y demás escritores de la antigüedad, contadores de historias.
A nuestros días eso fue llegando gracias a la tradición oral, juglares que exaltaban los valores del héroe y su capacidad de sacrificio.
Pero debemos hacer una primera parada de manera obligatoria.
Aparece "El Quijote". Siempre se ha dicho que en una época llena de novelas de caballerías, "El Quijote" acabó con ellas, siendo ésta, entre otras muchas cosas, en esencia una novela de caballerías (quien no vea eso, que se lo haga mirar, o leer "El Quijote"), con un caballero algo tocado de cabeza.
Es decir, seguíamos hablando de historias, de contar cosas, aunque el panorama había cambiado gracias a la prosa cervantina.
Se siguieron contando aventuras y desventuras de reyes, amantes, suicidos, odios y demás temática siempre engarzada con relatos bellos, o crueles según se diera el caso, hasta llegar al siglo XX.
Aquí tenemos que parar y echar el freno. Aparece el "Estilo por el estilo". Las vanguardias se apoderan de la escena, no sólo vale contar si no cómo contarlo, ahí radica su belleza. La forma como mensaje, como algo que lo hace reconocible y distinto, alejado de aquella sucesión de historias unas tras otras. Por supuesto que se cuenta algo, pero es secundario. La acción se va desvaneciendo.
Atrás quedan las épocas de Galdós o Quevedo, el mundo se enfrenta a una revolución.
Qué contar, qué narrar, carece de importancia. ¿La acción? ¿eso qué es?
En un corto periódo de tiempo, escritores como Faulkner, Kafka, Proust o Joyce rasgan las vestiduras ancestrales de la Literatura sabiéndose poseedores de algo nuevo, un estilismo absolutamente radical. La acción ha muerto.
Posteriormente, genios como Borges, Beckett o Céline le dan otra vuelta de tuerca al estilo, deformándolo más, hasta llegar al boom latinoamericano con García Márquez a la cabeza.
Llegamos a nuestros días. Como todo es ciclotímico, volvemos a la Literatura de los Hechos.
Ya nadie se preocupa por el estilo, por preservar una identidad. Ahora lo que importa es contar historias en primer y único lugar.
¿Dónde queda el estilo? ¿Existe algún estilo hoy en día? ¿Qué es el estilo?

Desde mi prisión de libros amurallados que recitan historias monolíticas

Bloom-Withno