lunes, 28 de febrero de 2011

Verbalizando

Pasar. Pisar. Sentir. Definir un momento mágico. Llorar, perder, morir. Lamentos que resuenan en el viento álgido. Gritar, saltar, ¡reír!. Pasatiempos en esta vida vivida sin aliento. Amar, asir, vivir. Recorrer este mundo dando pasos inciertos. Matar, romper, maldecir. Contratiempos que ayudan al desasosiego. Desafiar, afianzar, abnegar, ¡fluir!. Plantarse, de una vez por todas, y empezar a ser tú el que empieza a decidir.
Verbos que se hacen carne, verbos que dictan mi vida, verbos que persiguen y hasta idiotizan. Verbos gordos y altos, seguros y sensatos, tímidos y a veces parcos que nunca nos dicen, si lo que dicen, es verdadero, o es falso.

Bloom-Withno

lunes, 14 de febrero de 2011

Sembrando

Recolectando recuerdos en una memoria colectiva, nos damos cuenta de cómo cambia el mundo y nosotros con él. Ni somos los que éramos, ni mucho menos lo que seremos. Hay que avanzar con los tiempos, dicen. Pero a veces resulta tan duro.
Para algunos es imposible salir de su neanderthalismo mientras que para otros las derivas a las que nos lleva el mundo generan en ellos ideas tan absurdas, locas, y por qué no decirlo, unas gilipolleces del tamaño del Empire State Building.
En estos tiempos de creciente cambio (aunque siempre estamos en cambio, al parecer), vivimos unos contrastes que al final llevan a uno a un inmovilismo abrumador. Seamos sinceros, ¿quien quiere quedarse anclado en el Pleistoceno o marcar tendencia en su Facebook o Twitter? Eso debe desgastar mucho.
Pensando todo esto llego a una conclusión: nos hemos olvidado de lo primario.
Lo primario es amar al que tienes al lado, a tu familia, a tu amigos. Escuchar, comprender, ayudar. Vivimos a mil por hora sin pararnos a pensar, nos preocupamos por el hambre de África pero no por los mendigos de mi calle; odiamos a los que hablan galego, euskera, catalá o similar, pero todos queremos saber inglés; Conoces la vida y milagros de gente por Internet pero no sabes el nombre de tus vecinos; bebes y no sabes por qué, fumas y no sabes por qué, respiras y ni lo sabes. Hablas de cosas como evadirte, de lo dura que es la vida, te quejas de hipotecas, de los ricos, del paro, de la gente. Solo haces eso, quejarte. O eres feliz rozando la imbecilidad, que también hay gente así.
Desconfiamos, a veces mentimos, nos deshumanizamos.
Ya es hora de que volvamos a reinstaurar ciertas cosas, como el respeto, la educación o la dignidad. Es labor de todos.

Bloom-Withno

jueves, 3 de febrero de 2011

Horca

Mi vejiga empezó a emitir las primeras señales de alarma. Mierda, me estaba meando. Acabé tan rápido como pude todo el papeleo y salí disparado hacia el primer baño que encontré. En plena carrera por no miccionar en mis propios calzoncillos (algo que no recuerdo hacer desde que era bien pequeño, es decir, antes de ayer), vi una puerta que indicaba los baños. Bien, tengo tiempo hasta de relajar el esfínter un poco. En la puerta había un incoloro cartel que rezaba: Señoras.
¡Mierda! ¡Que me meo! Def con dos. Me puse a pensar: Veamos, generalmente, los baños de mujeres y de hombres no están a una gran distancia, así que por aquí debe andar el de los hombres.
Olisqueando cada puerta como un perro huele una esquina o el culo de otro perro, así me dispuse yo por toda la planta. Estaba pálido y con unas ganas de mear terribles.
Al fin, a lo lejos, divisé la puerta del baño de los hombres y entré como alma que lleva el demonio.
En la primera puerta había una hoja pegada que ponía:"Averiado". Su puta madre...
Miré las otras dos puertas. Una estaba abierta. Me dispuse a entrar.
Al intentar introducirme en el habitáculo para echar la meada más grande a este lado de los vivos, mi mirada se encontró primero con unos zapatos, a unos palmos elevados del suelo, seguidos por unas piernas que continuaban en un cuerpo, acabando con una cabeza de un tono azulado con una cuerda rodeando el cuello rosado.
Mierda, volvi a pensar. Me sigo meando.
Decidí dar un portazo a la otra puerta que me quedaba, descubrí que estaba vacía, y me dispuse a vaciar mi vejiga tranquilamente, disfrutando poco a poco de ese placer que es el de evacuar cuando el depósito está lleno.
No recuerdo el tiempo que pasé ahí, con las dos manos apoyadas en la pared de enfrente, con dolor en la pelotas y una sensación de ligereza en mi vientre. Pudieron ser horas.
Una vez terminado, me dirigí al lavabo, me lavé las manos, y salí por la puerta. Mi cabeza me recordaba que me había olvidado de algo importante, pero no lograba saber de qué se trataba. Seguí caminando mientras pensaba en ello.
Al llegar a la puerta recordé. El baño. Oí un chillido detrás de mí y noté como todo el mundo se quedaba quieto y el tiempo se paraba.
Recordé lo que pasaba. Abrí la puerta, bajé los escalones. Fuera hacía buen tiempo.

Bloom-Withno