sábado, 23 de julio de 2011

Nieve

Ella decidió salir de su casa en dirección al jardín. Al abrir la puerta y ser recibida por el aire frío, miró hacia el cesped. Había desaparecido. En su lugar, un manto blanco aparecía, dejando una estela a su lejos, con el viento arremolinado en curiosas espirales.
La niña miró expectante, dio unos pasos más allá y plantó sus pequeñas botas sobre la nieve. Oíase en sus pisadas el crujir de la nieve, destrozando esos cristales de hielo.
Extendió el brazo derecho, con la palma hacia arriba. Una palma rosada, redonda, sin estrías. Poco a poco su mano acumulaba pequeños copos que se agrupaban unos junto a otros, recorriendo las marcas de su preciosa mano.
Levantó la vista, alcanzando a ver el cielo entre diminutos rayos en forma de nieve que le atacaban lenta y paulatinamente. Mantuvo la mirada firme un rato. Después, decidió girar sobre la punta de sus pies y tomar el camino de vuelta a su casa. Una sensación cálida le reconfortó una vez traspasado el umbral.
Fuera, la nieve seguía cayendo...

Bloom-Withno

sábado, 2 de julio de 2011

Cuento de Aguas

Nací en el iris de mi madre. un día me caí por el lagrimal cuando mi madre estaba viendo una película de Woody Allen. Al principio se sorprendió un poco, pero luego lo tuvo claro.
- Como hacía tiempo que no se me caía una lágrima, eso era premonitorio de que iba a tener un niño, no me venía una lágrima desde hace tiempo.
A mi padre no le sentó muy bien, puesto que consideraba que no había contribuido lo suficiente, y aunque no se le veía muy a gusto, me acogió como si fuera de su propio esperma, a fin de cuentas, mi madre le comentaba con socarronería que al fin y al cabo el niño salió de un líquido. Un poco bruta mi madre.
Mi familia me contemplaba como a un niño más nacido de forma normal, pesé tres kilos y seiscientos cincuenta gramos, no está mal para una lágrima. Aunque la estupefacción era grande, mi madre me contaba un cuento todas las noches para dormirme y que creó toda la concepción de mi universo.
- Mira, el mundo lo hizo Dios, y creó a los hombres, pero los hombres se portaron muy mal, y al ver esto Dios, se puso triste y empezó a llorar.Y de sus lágrimas salió el diluvio universal y se creó una nueva vida. Por eso tú eres un mandato divino.
No me bautizaron, puesto que el párroco no estaba seguro de que fuera un niño normal, a pesar de la insistencia de mi madre de que era por la gracia de Dios. Al que no le hizo gracia fue al párroco, que llamó a Roma para informarse, los cuales le tomaron a chifla y se mofaron de él, a pesar de los gritos de los cardenales por callar a los allí presentes.
Mi infancia no fue dura en exceso. No me interesaron nunca los libros de ciencias, ya que tanto las matemáticas y física me daban miedo, y la química me provocaba urticaria, posiblemente por las reacciones que se efectuaban, con lo cual me interesé por la lectura. Intenté leerme los libros antiguos, pero era alérgico al polvo, con lo cual intenté leer todo lo último de este siglo.
Un día me sucedió algo particular. Estaba leyendo "Los pasos perdidos" de Alejo Carpentier, y de repente vi como mis venas se hinchaban. No le di mucha importancia, pero ahora me doy cuenta de que era mi primer mensaje de vuelta a casa.
Mi iniciación sexual fue insatisfactoria, ridícula y vergonzosa. ¿Qué se suponía que debía hacer? Nunca me había enamorado, mis tocamientos impuros eran meros escarceos de búsqueda de aventuras que una paja en sí misma, no sabía que hacer, además ella tampoco me daba muchas pistas. Montserrat se llamaba, tenía nombre de monte, y aunque era preciosa, mi animadversión hacia ella pudo más que mis ganas de sexo. Yo nací del iris de mi madre, ¿qué quería encima?
Mi primer análisis de sangre indicó lo que yo sospechaba: no estaba compuesto de plasma. Los médicos se miraban entre ellos buscando explicaciones racionales e inservibles para conocer en profundidad lo que realmente sucedía. No tenían ni idea, se limitaron a hacer fotos con mi analítica y a llamar a las televisiones.
Las televisiones fueron el empuje definitivo a mi escapada triunfal en silencio. Me llamaron para hacer una entrevista, y yo gustosamente fui, pero todo consistía en reírse de mí, con lo cual me escondí en un agujero, donde todo me importaba un bledo.
Al salir de mi ombligo-refugio, y ya no siendo el ómphalos del mundo, encontré mi lugar gracias a una postal. En ella aparecía un manantial de agua, junto con una montaña: Everest. Venga a Nepal, ponía en la postal, lo cual hizo que se me encharcara el corazón.
Sólo he tenido una pelea en mi vida. Fue con mi profesor de Geografía. Estaba hablando de los diques y eso me enfureció, así que decidí irme de clase, nadie entendía el porqué de mi marcha, pero cuando explicó que los diques que habían construído los hombres eran para ganarle terreno al agua, le pegué un puñetazo. No era lógico, pero, ¿acaso es lógico nacer del iris de tu madre? Pues eso.
Un día cuando ya tenía mi retiro físico decidido, hablé con mi madre y le expliqué mis dudas.
- Madre, me voy a Nepal, porque sé que pertenezco a ese sitio, lo sé, no soy normal, soy un hijo del agua, ahora lo entiendo.
- ¿Pero que me estás contando? -sollozó mi madre-. Tú le has dado a los porros.
- ¿Porros? Pero si se me encharcan los pulmones con el humo. No quiero estancarme en un sitio, ni que crezcan ranas en mi culo de no hacer nada, ni vivir lleno de comida congelada y de refritos salados. No quiero un cuerpo salado, como el Mar Muerto. Yo no soy el barro negro de los ríos que se queda a un lado, yo soy una persona única, soy un manantial, era virgen pero... (Montserrat tiene la culpa de que no lo sea, pero no se lo dije a mi madre), pero necesito estar en las montañas.
Así que como yo necesitaba estar en contacto con la naturaleza, ya que yo estaba hecho de agua y nací del iris de mi madre, decidí hacerme budista y vivir en una casita pequeña cerca del Everest, sentado en la falda de una montaña tomándome una Coca-Cola. Por fin encontré mi sitio, pero me sentía solo. Conocí a algunas personas que me ayudaron a vivir mi vida con absoluta paz, pero conocí a gente que vivía con intensidad la vida, y algunas veces me dejaba abrazar por ellas para sentirme todavía humano.
El día que me llegó la muerte yo estaba durmiendo. Se presentó en casa un lunes y me dijo: A las seis vengo a que te mueras. Yo le dije: Tengo que comprar comida, ¿no te viene bien otro día?.
Le invité a que entrara, se sentó, se puso unas gafas (hay que entender que la muerte lleva mucho camino recorrido, es mayor que Yoda, así que imagínate, un poco de respeto hay que tener).
- ¿Cuándo te viene bien?
- Este es un mes complicado, esperate a que venga la sequía o alguna plaga.
- Pero rapidito, que siempre pasa lo mismo, y tengo que traerme la guadaña. El mes que viene, sin falta, el primer domingo después de las rebajas voy a por tu vida.
- Me parece bien.
Así que no me preocupé por los gastos nunca más, me di una vuelta al mundo, y cuando volví a casa, estaba cansadísimo, y ahí fue cuando se me coló la muerte y se llevó la vida. Mi vida.
Ahora me dedico a jugar a las cartas y a danzar con la muerte, y aunque no tengo mucho ritmo, no se me da mal.
Fin.

Madrid- 2002.
Bloom-Withno