martes, 28 de febrero de 2012

A las cosas por su nombre

"No hay nada más tonto que un obrero de derechas"
"Hasta los tontos hacen hijos: y cuanto más tontos, más hijos"
(Frases escuchadas a mi padre, que en paz descanse)

No sé por qué cuando me pongo a escribir me viene de manera recurrente la idea de un hombre paseando por la calle, quizá sea que albergo todavía en mi corazón alguna esperanza de vivir léjos del mundanal ruido a lo Fray Luis de León.
Aunque eso me dura poco, lo que tarda en consumirme el mundo que me rodea y que proyecta en mí la vertiente más irónica y punzante que pueda desprender. O ni siquiera ser irónica. Sencillamente aplastante.
Uno debe dudar de lo que piensa y dice, puesto que no está en posesión de la verdad más absoluta. Pero si tiene algunas certezas. Una, por ejemplo, es la que se va conformando alrededor de que la gente con la que a veces tienes trato, es idiota. Esto no provoca inmediatamente una posición de superioridad frente a ellos, más bien es que ellos son de una inferioridad que da escalofríos.
Cualquiera que lea esto pensará que soy arrogante, elitista o idiota. Normalmente no usarán ninguna de esas tres palabras, puesto que su vocabulario es muy reducido.
Porque hoy me apetece hablar de lo imbécil que eres. Entiendo que no te importe, ya que toda capacidad de reflexión (palabra que también y tan bien desconoces) es una sombra en ti.
Estás más cerca de ser como Gregorio Samsa que de una persona normal. Claro, no sabes quien es Samsa, puesto que no has leído un jodido libro nunca, pero sabes el nombre de todos los tertulianos y de los jugadores de Barça y Madrid.
También vas al gimnasio, algo imprescindible en un ser tan despreciable. Es vital tener una apriencia física imponente que esconda lo que en realidad eres: Una puta nulidad como ser humano.
Compruebas tu coche cada minuto, que no le pase nada, y odias a todo extranjero que pisa tu país (porque es TU país), y piensas que Zapatero es el Anticristo. No has abierto un libro en tu vida y personas como Scott Fitzgerald o Rulfo ni te suenan. Obviamente eres obrero, y de derechas. Porque eres así, cómo ser de otra manera.
Los que no son obreros y sí son de derechas manejan un código de buenas maneras, para ello sus padres se dejaron toneladas de euros en que los niños aprendieran modales (no confundir con Educación, que es otra cosa).
Así que entre rebuzno y rebuzno de casa al curro, del curro a casa, a poner Sálvame, leer el Marca y escuchar los 40 Principales pasa tu vida. Tu aburrida y patética vida. Obviamente tú esto no lo sabes, ya que no das para más. De hecho, ni siquiera te das por aludido al leer esto. Cómo podrías.
La necesidad de que tu opinión cuente, ya sea de manera sibilina creyéndote más listo que los demás, o a lo bruto cual imagen paleta que reflejas es sencillamente atroz. Tus gilipolleces no son una opinión distinta, es simplemente falta de criterio. No es que tu voz no sea escuchada, es que ni siquiera es voz.
Y así, entre los que se creen únicos y especiales, dotados de un talento que solamente ellos creen tener (mentira, claro), y pordioseros revestidos del mismo uniforme cerril que el resto, pasa mi vida.
¿Arrogante, borde, intolerante? A las cosas por su nombre...

Bloom-Withno

miércoles, 15 de febrero de 2012

Diabluras

Cuando él se giró, una sonrisa aparecía en su rostro semideforme. Un estremecimiento le recorrió el cuerpo. Era el Diablo en persona. Sólo faltaba el olor a azufre. Su mirada le escrutaba, le traspasaba, lo juzgaba y condenaba de manera inmisericorde, como si estuviera examinando su alma. Algunas personas tenían el poder de hacer eso. Él era uno de ellos.
Su sonrisa dejaba al aire todos los dientes, pequeña hilera de perlas que restallaban entre la oscuridad. Se acopló bien el sombrero y continuó su camino.
Tras él, en el suelo, un hombre agonizaba, sangrando, después de haber sido agujereado por esa mirada.
La noche cerrada era todo oscuridad. El aire, trémulo, era vapor húmedo. Un charco de sangre. Y unos pasos que resonaban mientras se alejaban.
Nunca miréis la sonrisa del Diablo. Podríais no contarlo...

Bloom-Withno