sábado, 26 de enero de 2013

Meditaciones a la sombra de un árbol

Tómate esto con calma, a fin de cuentas, esto es algo entre tú y yo (o yo y yo, que viene a ser lo mismo, pues como bien sabes, esto no lo lee nadie). Pensemos en las cosas que hay alrededor, en todo lo que ves.
¿Qué ves? Miles de imágenes a cámara ultrarápida, gente que va de un lado a otro, hormigas que se mueven de un punto A a otro B. Eso es todo lo que ves.
De vez en cuando paras a algunas de esas personas y las miras por dentro. Porque tienes esa capacidad. Las congelas a cámara lenta y escaneas lo que son y lo que nunca serán. Normalmente tu intuición no te traiciona.
Pues simplemente eres eso, un observador. Ves la vida de los otros pasar y evalúas, deduces, sacas tus conclusiones. Algo sencillo para ti, algo que el resto no llega a comprender.
Sabes de tus capacidades, nadie te conoce mejor que tú. Sabes lo que eres potencialmente y lo importante que es dar los pasos poco a poco para llegar a ser el metahombre que te has propuesto. Tu vida es un continuo proceso de conocimiento de resultados donde la pieza defectuosa es reemplazada por otra nueva y mejor, más fiable.
Y los ves a ellos, sus dudas, sus agonías, sus preocupaciones. Sería muy fácil ponerse en su lugar, compadecerlos. Incluso pensar que tú vida es mejor que la suya. Incluso eso, aunque sabes que no es así, pues todo forma parte del proceso. Un proceso que has empezado y a tu alrededor no ves más que cadáveres quejumbrosos de su vida, de sus ruinas, que se compadecen.
Tú nunca pediste nada, ¿por qué los escuchas? Quizá sea por eso que piensas, por sentirte un poco más humano, por ser empático (es jodido ser empático con gente hueca). Pero instintivamente lo ves, lo analizas y proyectas los resultados, cada vez de manera más consciente.
Ves a esas máquinas imperfectas que pueblan tu mundo y la conmiseración que te producen.
Pero no es sólo eso, va mucho más allá. Es el desprecio, el puro odio que tienes que controlar para no darte cuenta de la diferencia que hay entre ellos y tú, sencillamente quieto a un lado mirando las miserias de la gente. Sólo un continuo ejercicio de autocontrol dará como solución lo expuesto arriba.
Es muy posible que la gente no lo entienda (qué gente, pues esto no lo lee nadie) y sigan con su vida madiciendo su destino, y peor aún, contándotelo a ti. Recuerda que cuando a ti eso te suceda, ellos no estarán.
Pero recuerda, eso ya te ha ocurrido. Te has pasado tanto en el infierno que el sufrimiento de los otros solo te inspira piedad en el mejor de los casos, si bien un odio irracional hacia la mayoría.
Deduces que eres un canalizador de emociones. La gente tiene problemas, tú se los filtras, y ellos son durante un tiempo razonablemente más felices.
Y no es cuestión de sentirse solo o desdichado, culpar al mundo de tus problemas o incluso de ser ambicioso, egoista o desinteresado. Es sencillamente otra cosa.
Me gustaría deciros cual, pero nunca lo sabréis. Este es un camino que yo he emprendido solo. Decir que soy mejor que tú sería herirte, en el mejor de los casos.
Soy el que mira lo que no ve nadie. La luz que alumbra tus dudas. Lo que hace que todo tu maldito mundo funcione, tu válvula de escape. Posiblemente tu mayor valedor y el más peligroso de tus actos. Soy el que provoca que el mundo siga adelante, el guardián entre el centeno, quien corrige los designios del futuro.
Hay un camino que recorrer entre árboles que se pliegan a tu paso. Un camino sólo reservado para unos pocos. Un camino pequeño, apartado de la vía principal, vetado a los que sólo ven con los ojos de su rostro y no del corazón, no del alma. Un camino que alguna vez habéis leído en cuentos. Un camino que nunca pisaréis. Un camino que no viviréis.
Cuando ser virtuoso es la única virtud.
Si sintiérais lo que siento, si supiérais lo que yo sé...

Bloom-Withno