viernes, 14 de noviembre de 2014

Me encantaría decirte

Las noches lluviosas, las alcobas calientes, el olor de una taza de café, un buen sorbo caliente que te recorre el alma. Una caricia sincera envueltos en una manta. Me encantaría decirte que todo eso pasó.
Pero no, nunca pasó. Ni pasará. Al menos, contigo. Y cada año que pasa es un rencor que nace y muere apagándose en los rescoldos de lo que nunca ocurrió, otro anillo más en este árbol viejo al que de cada rama le salen cicatrices. Un árbol que no se parte y crece orgulloso. Me encantaría decirte tantas cosas.
Y te las diré. Te diré cómo soy feliz en mi soledad, cómo cuando la gente busca abrigo en la cama o sale a buscar abrigo en la cama de otro yo soy feliz con mis pensamientos. Música de fondo, papel en blanco, sonrisa frente al ordenador, paz interior.
Me encantaría decirte cómo resisto al duro otoño, que atrae sombras sin piedad, cómo el invierno castiga cada buen recuerdo, cómo renazco en una primavera que no da respiro y cómo el verano ignora y olvida lo que recuerda al caer las hojas.
Me encantaría sentirme completamente bien aún sabiendo que eso es imposible. Me encantaría que todo te doliera, aunque luego reflexiono y pienso que no es para tanto, que no mereces nada y yo en cambio merezco todo.
Me encantaría decirte todas las cosas que te vas a perder porque un día decidiste girar tus ojos hacia otro lado y desaparecer de mi vida. Pero es posible que no las merezcas. Hace tiempo que sé que me debo a mí mismo.
Hace tiempo que no te busco en los rincones, ni siquiera en los más profundos de mi pensamiento puedo recordar tu cara, tus ojos, tu sonrisa. Todo se desvaneció.
Mientras todo eso pasa, yo soy feliz con muy poquita cosa. Como ahora. Como nunca.