El viento asolaba todo a su paso, imperial, como de costumbre. Los caballos tiraban del carro con una fuerza desmedida, luchando contra el invisible viento. Encima de él, nuestro héroe sujetaba las riendas y no permitía ni un momento de descanso a los equinos. Tenía que llegar a palacio.
*****
En el pueblo, nuestro chico se afanaba en su tarea, que era poco menos que apartar el estiércol de la carretera. En su escaso tiempo libre, nuestro chico se permitía fantasear con bellas fiestas, hogares donde nunca faltara un buen trozo de leña en la chimenea, el cálido abrazo de un amigo, un perfume de mujer y abundante comida en los platos. Eso imaginaba y plasmaba en trozos de papel, lienzos o alguna que otra ensoñación.
*****
Ella se mesaba los cabellos en su habitación, delante de un magnífico espejo. Su sonrisa delataba felicidad, iba a ser el centro de atención en su cumpleaños y todo el reino iba a apreciar su pálido color de piel, sus movimientos gráciles, su educación y buenas maneras. Mesó su pelo negro hasta la extenuación, todo tenía que quedar perfecto. Era su gran día.
*****
En el pueblo, nuestra chica deambulaba con la escoba barriendo la calle y cantando al mismo tiempo. Una preciosa niña soñadora con pecas y pelo castaño que se movía grácil entre el viento que parecía no molestarle. Su falda jugueteaba con los remolinos, bailando una danza privada a la que nadie más podía acceder. Su vida llenaba todo.
Acto 1: Nuestro héroe llegó a palacio a tiempo para poder asistir al cumpleaños. Ella, solemne y serena, era educada con todos. Echó algún vistazo al gentío presente y consiguió advertir una cabellera rubia que le llamó la atención. Era apuesto, sin duda, podría ser incluso todo un héroe. Quedó prendada de él. En una de las ventanas del fondo, un pequeño chico retrataba la escena en un papel, ansiando entrar dentro de la sala y no tener que morir de frío en el exterior, con ese viento rondando el palacio. Mientras, una chica soñaba en una fiesta como la que se estaba produciendo en los salones reales, desde la pequeña habitación que tenía. Bailaba con hombres imaginarios, cantaba canciones y hasta podía imaginar el olor de las flores en el salón.
Acto 2: Nuestro héroe, apuesto entre los apuestos, fue el favorito desde el principio para ella. Quedaron para citarse al día siguiente. Al salir de palacio, nuestro héroe se topó con nuestro chico. Vio sus dibujos, le parecieron interesantes. Con buenas maneras le pidió que estuviera presente para poder dibujar a nuestro héroe con la mujer que acababa de conocer. Nuestro chico se volvió loco de alegría, iba a tener una oportunidad de mostrar su talento. Marchó corriendo a casa para prepararse a conciencia. Mientras, nuestra chica miraba a las estrellas desde su cama, soñando con ser la mujer de un apuesto héroe.
Acto 3: Nuestro héroe se alojó en uno de los modestos hostales que había en el pueblo. Al salir de su habitación al día siguiente tropezó con nuestra chica, a la que, educadamente, pidió disculpas por tal torpeza. Ella se ruborizó y salió de allí con el corazón en la mano, el pecho vibrándole como nunca. Su héroe estaba allí. Decidió seguirle, aún a costa de la reprimenda que iba a tener si le pillaban en semejante dejadez de sus ocupaciones. En el sendero posterior a palacio, vio a nuestro chico armado con papeles y pinturas. Nuestro héroe le saludó al tiempo que se aproximaba, en un caballo blanco digno de cualquier cuento, ella. Él le tendió la mano y delicadamente la posó en el suelo. Estaban listos. Nuestro chico les retrató con una precisión increíble, y parecía que ambos estaban hechos el uno para el otro.
Acto 4: Ella y nuestro héroe se fundieron en un beso cuando el sol se ponía, e hicieron el amor con la ternura que solo un cuento podía tener. Ella sintió que estaban destinados. Mientras, nuestro chico caminaba a su casa cuando se cruzó con nuestra chica. Intercambiaron miradas, pero ella no advirtió lo mismo que con nuestro héroe. Nuestro chico sonrió y continuó su camino. No olvidó su rostro y lo dibujó para poder mostrárselo al día siguiente.
Acto 5: Nuestro héroe salió de la alcoba de palacio sin hacer ruido y se dirigió a su habitación. Se cruzó en el camino con nuestra chica, que le miraba con amor desmedido. Al minuto, le escuchó decir: "Preparen mi carruaje". Nuestro héroe se iba, no se sabe bien por qué razón. Ella se desesperó, intentó pensar en cómo ser visible a ese apuesto hombre, acostumbrado a jóvenes doncellas. Mientras, nuestro chico no podía olvidar el rostro de nuestra chica. Se había enamorado.
Acto 6: Ella se despertó y notó la cama fría. Él se había ido. Comenzó a llorar, no comprendía nada. "¿Por qué son los hombres así?" se preguntaba una y otra vez. Mientras, nuestro chico fue de camino a entregar el retrato a palacio. Ella le recibió y al ver el papel entró en cólera primero y llanto después. Se rindió a la evidencia y no paraba de preguntar a nuestro chico por qué los hombres eran así con ella. Él no paraba de mirarle sin entender nada. Él no era así. Mientras, nuestra chica hacía todo lo posible para que nuestro héroe se fijara en ella. Fingió un choque fortuito. Las buenas maneras desapacieron y nuestro héroe vio el amor de nuestra chica en el rostro. Él se rió y abandonó el hostal.
Acto 7: Nuestro chico llevaba en la mano el otro retrato, el de nuestra chica. Se dirigió al hostal y se la encontró distinta. Él puso todo el énfasis en demostrar que era digno de ella, que si ella le dejaba podía amarla como se merecía. Nuestra chica vio el retrato, maravilloso y sincero. Esbozó una sonrisa, la misma sonrisa con la que, una vez entregado el papel en su mano, despidió a nuestro chico. Continuó, retrato en mano, recordando a nuestro héroe mientras nuestro chico veía como se alejaba por el pasillo.
Acto 8: Ella lloraba en palacio. Nuestro héroe salía de otra alcoba. Nuestra chica recibía anónimamente retratos con su rostro cada día. Nuestro chico no paraba de dibujar y sabía que podía conseguir el amor de nuestra chica.
Acto 9: Ella dejó de llorar y consiguió convivir con un hombre que no era ni apuesto ni héroe. Nuestro héroe salía de otra alcoba. Nuestro chico recibió una visita de nuestra chica. Estaba allí, por fin, delante de él de nuevo. Ella le dijo que dejara de mandarle retratos y desapareció enfurecida, pensando todavía en nuestro héroe.
Acto 10: Nuestro chico está en su alcoba y piensa en que quizá debería ser un héroe. Nuestra chica solloza por no encontrar a alguien que la quiera como ella merece. En palacio, ella soporta a un hombre que no quiere. Mientras, nuestro héroe sale de otra alcoba.
Feliz Navidad
Bloom-Withno
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En el pueblo, nuestro chico se afanaba en su tarea, que era poco menos que apartar el estiércol de la carretera. En su escaso tiempo libre, nuestro chico se permitía fantasear con bellas fiestas, hogares donde nunca faltara un buen trozo de leña en la chimenea, el cálido abrazo de un amigo, un perfume de mujer y abundante comida en los platos. Eso imaginaba y plasmaba en trozos de papel, lienzos o alguna que otra ensoñación.
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Ella se mesaba los cabellos en su habitación, delante de un magnífico espejo. Su sonrisa delataba felicidad, iba a ser el centro de atención en su cumpleaños y todo el reino iba a apreciar su pálido color de piel, sus movimientos gráciles, su educación y buenas maneras. Mesó su pelo negro hasta la extenuación, todo tenía que quedar perfecto. Era su gran día.
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En el pueblo, nuestra chica deambulaba con la escoba barriendo la calle y cantando al mismo tiempo. Una preciosa niña soñadora con pecas y pelo castaño que se movía grácil entre el viento que parecía no molestarle. Su falda jugueteaba con los remolinos, bailando una danza privada a la que nadie más podía acceder. Su vida llenaba todo.
Acto 1: Nuestro héroe llegó a palacio a tiempo para poder asistir al cumpleaños. Ella, solemne y serena, era educada con todos. Echó algún vistazo al gentío presente y consiguió advertir una cabellera rubia que le llamó la atención. Era apuesto, sin duda, podría ser incluso todo un héroe. Quedó prendada de él. En una de las ventanas del fondo, un pequeño chico retrataba la escena en un papel, ansiando entrar dentro de la sala y no tener que morir de frío en el exterior, con ese viento rondando el palacio. Mientras, una chica soñaba en una fiesta como la que se estaba produciendo en los salones reales, desde la pequeña habitación que tenía. Bailaba con hombres imaginarios, cantaba canciones y hasta podía imaginar el olor de las flores en el salón.
Acto 2: Nuestro héroe, apuesto entre los apuestos, fue el favorito desde el principio para ella. Quedaron para citarse al día siguiente. Al salir de palacio, nuestro héroe se topó con nuestro chico. Vio sus dibujos, le parecieron interesantes. Con buenas maneras le pidió que estuviera presente para poder dibujar a nuestro héroe con la mujer que acababa de conocer. Nuestro chico se volvió loco de alegría, iba a tener una oportunidad de mostrar su talento. Marchó corriendo a casa para prepararse a conciencia. Mientras, nuestra chica miraba a las estrellas desde su cama, soñando con ser la mujer de un apuesto héroe.
Acto 3: Nuestro héroe se alojó en uno de los modestos hostales que había en el pueblo. Al salir de su habitación al día siguiente tropezó con nuestra chica, a la que, educadamente, pidió disculpas por tal torpeza. Ella se ruborizó y salió de allí con el corazón en la mano, el pecho vibrándole como nunca. Su héroe estaba allí. Decidió seguirle, aún a costa de la reprimenda que iba a tener si le pillaban en semejante dejadez de sus ocupaciones. En el sendero posterior a palacio, vio a nuestro chico armado con papeles y pinturas. Nuestro héroe le saludó al tiempo que se aproximaba, en un caballo blanco digno de cualquier cuento, ella. Él le tendió la mano y delicadamente la posó en el suelo. Estaban listos. Nuestro chico les retrató con una precisión increíble, y parecía que ambos estaban hechos el uno para el otro.
Acto 4: Ella y nuestro héroe se fundieron en un beso cuando el sol se ponía, e hicieron el amor con la ternura que solo un cuento podía tener. Ella sintió que estaban destinados. Mientras, nuestro chico caminaba a su casa cuando se cruzó con nuestra chica. Intercambiaron miradas, pero ella no advirtió lo mismo que con nuestro héroe. Nuestro chico sonrió y continuó su camino. No olvidó su rostro y lo dibujó para poder mostrárselo al día siguiente.
Acto 5: Nuestro héroe salió de la alcoba de palacio sin hacer ruido y se dirigió a su habitación. Se cruzó en el camino con nuestra chica, que le miraba con amor desmedido. Al minuto, le escuchó decir: "Preparen mi carruaje". Nuestro héroe se iba, no se sabe bien por qué razón. Ella se desesperó, intentó pensar en cómo ser visible a ese apuesto hombre, acostumbrado a jóvenes doncellas. Mientras, nuestro chico no podía olvidar el rostro de nuestra chica. Se había enamorado.
Acto 6: Ella se despertó y notó la cama fría. Él se había ido. Comenzó a llorar, no comprendía nada. "¿Por qué son los hombres así?" se preguntaba una y otra vez. Mientras, nuestro chico fue de camino a entregar el retrato a palacio. Ella le recibió y al ver el papel entró en cólera primero y llanto después. Se rindió a la evidencia y no paraba de preguntar a nuestro chico por qué los hombres eran así con ella. Él no paraba de mirarle sin entender nada. Él no era así. Mientras, nuestra chica hacía todo lo posible para que nuestro héroe se fijara en ella. Fingió un choque fortuito. Las buenas maneras desapacieron y nuestro héroe vio el amor de nuestra chica en el rostro. Él se rió y abandonó el hostal.
Acto 7: Nuestro chico llevaba en la mano el otro retrato, el de nuestra chica. Se dirigió al hostal y se la encontró distinta. Él puso todo el énfasis en demostrar que era digno de ella, que si ella le dejaba podía amarla como se merecía. Nuestra chica vio el retrato, maravilloso y sincero. Esbozó una sonrisa, la misma sonrisa con la que, una vez entregado el papel en su mano, despidió a nuestro chico. Continuó, retrato en mano, recordando a nuestro héroe mientras nuestro chico veía como se alejaba por el pasillo.
Acto 8: Ella lloraba en palacio. Nuestro héroe salía de otra alcoba. Nuestra chica recibía anónimamente retratos con su rostro cada día. Nuestro chico no paraba de dibujar y sabía que podía conseguir el amor de nuestra chica.
Acto 9: Ella dejó de llorar y consiguió convivir con un hombre que no era ni apuesto ni héroe. Nuestro héroe salía de otra alcoba. Nuestro chico recibió una visita de nuestra chica. Estaba allí, por fin, delante de él de nuevo. Ella le dijo que dejara de mandarle retratos y desapareció enfurecida, pensando todavía en nuestro héroe.
Acto 10: Nuestro chico está en su alcoba y piensa en que quizá debería ser un héroe. Nuestra chica solloza por no encontrar a alguien que la quiera como ella merece. En palacio, ella soporta a un hombre que no quiere. Mientras, nuestro héroe sale de otra alcoba.
Feliz Navidad
Bloom-Withno
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