miércoles, 1 de septiembre de 2010

Alegría

Corro por el parque con los cascos puestos sin darme cuenta de nada ni de nadie. Todo consiste en calibrar mi esfuerzo, ritmo, pulsaciones, todo frenético sin que mi corazon se desboque. En mi reproductor suena una canción que me transmite energía, fuerte, poderosa, y mi zancada se amplía y mi ritmo se incrementa.
¿Dónde vas?- me pregunto a mí mismo. Baja el ritmo, que no estás huyendo. Hablo con mi cuerpo, reventado de la paliza que le estoy infligiendo.
Paro a beber un poco de agua y a relajarme. Un niño me mira mientras pasa a mi lado. Un pequeño niño. Me mira fijamente mientras yo estoy más cerca del matadero que de parecer un ser normal. El pequeñin me mira y sonríe. Su madre lo lleva en brazos, ella también me mira. De repente, el pequeño lanza los brazos en mi dirección con toda la fuerza que puede, riendo. En mi cara aparece una mueca de asombro y felicidad. Obviamente no me llega a alcanzar, pero mientras continúa su camino me sigue mirando.
Decido continuar la carrera pero esta vez en sentido contrario al que lo estaba haciendo. A fin de cuentas, el parque es circular.
Veo parejas jóvenes enamoradas por primera vez, ancianos cogidos de la mano, niños jugando con la pelota, gente corriendo como yo, perros corriendo tras sus amos o un palo, todo un universo feliz.
La canción que estaba escuchando se acaba y empieza otra. Mi ánimo no sólo crece, si no que estalla, explota, lo inunda todo.
Y mientras corro veo como todo pasa a mi alrededor a cámara lenta: Los jóvenes enamorados se buscan con la mirada, con el tacto, con la lengua; los niños ríen sin preocupaciones, interesados en todo lo nuevo que aparece en su vida; los perros corren con la lengua fuera, vigorosos, apoyados en sus patas traseras. El mundo parece feliz. Y mientras, la canción incrementa más y más mi ánimo, como si no tuviera límites, y corro cada vez más rápido y no me canso, y canto mientras y no me ahogo, y sé que no puedo parar, extasiado de alegría, de felicidad, de sentirme lleno y pleno, feliz, con mi alma tocada por cada nota que penetra en mis oídos.
Cuando decido parar mi corazón late excitado y mis piernas me cobran el esfuerzo. Pero no importa, he sido tan feliz, me he sentido tan vivo, que nada más importa.
A lo lejos veo una madre y un niño. La madre me ve y hace gestos a su niño para que mire en mi dirección. Noto que el niño comienza a esbozar una sonrisa, una sonrisa cálida, alegre. Yo camino hacia ellos y pienso que ójala este instante durara eternamente, donde hubiera un mundo en el que viviéramos permanentemente alegres.

Bloom-Withno

2 comentarios:

LAU dijo...

Así me gusta, contrastando ^^

deliwish dijo...

Suena a Enzo..