martes, 1 de marzo de 2011

Lluvia ácida

I

Él tenía los pies apoyados en la ventana. Su espalda se apoyaba en el respaldo de la silla que balanceaba poco a poco mientras daba caladas al cigarro. Fuera una lluvia fina, lenta y permanente, de color verde viscoso y olor acre lo inundaba todo. Las sirenas danzaban y una nube de polvo y contaminación presidían la noche. Pronto llegaría la pasma. Siempre llega. Siguió fumando.
Ella se envolvía con las sábanas, llenas de carmín, sangre y semen a partes iguales. Se levantó y se dirigió hacia él. Intentó abrazarle.
- ¿Todavía sigues aquí?- dijo él antes de que ella pudiera siquiera tocarle. Ella se echó hacia atrás instintivamente.
- Eh... no... me voy ya. Su voz trémula temblaba. Él ni se inmutaba.
- Mejor, ya estás tardando -soltó al tiempo de exhalar una larga calada.
Ella giró y fue a recoger sus cosas. Su cabeza le daba vueltas a algo. ¿Tendría valor?
- Mick, sabes... sabes que te amo, ¿verdad?- dijo en un suspiro.
- Muñeca -dijo Mick ajustando su gorro tejano- todas decís lo mismo. Esbozó una sonrisa que ella no pudo ver.
Se hizo el silencio.
- Ahora vete -dijo él.

II

Mientras, en la habitación de al lado...

Él recorría su cuerpo con la mirada, como antes había hecho con la lengua, y jugaba con su pelo. Rememoraba como hace unos instantes ella se retorcía de placer ante él, como eran de felices. Ahora ella se estaba vistiendo.
Ella le quería, eso había demostrado. Pero...
Pero sus ojos. Sus ojos.
Él miraba sus ojos cuando ella hablaba. Su cuerpo desnudo, lindo y suave, le engañaba. Por eso él miraba sus ojos.
- ¿Qué estás mirando? -dijo ella entre graciosa e inquisitiva.
- Mataría por ti -dijo él sin pensar.
Ella lo miró fijamente. Él se asustó.
- Eres preciosa -continuó diciendo. Ella hizo una mueca de agradecimiento.
En ese momento vio algo, un pequeño e imperceptible brillo en sus ojos, algo que le provocó escalofríos y heló su sangre. Sabía que el hechizo se había roto.
- Voy a ducharme -dijo. Sabía perfectamente lo que se encontraría al volver. Una habitación completamente vacía.

III

Ella se secaba las lágrimas con el dorso de la mano. El rimel hacía tiempo que se había corrido y su cara era una mezcla de mejillas pálidas y ojos hinchados. Continuó andando por el pasillo. ¿Por qué ella tenía que sufrir? ¿Por qué siempre ella? Decidió volver a la habitación y hablar con Mick. Al girarse vio a una mujer preciosa, un ángel que llevaba una sonrisa triunfadora, sabedora de ser única y de no encontrar a otro igual mas que a su propio reflejo.
Al cruzarse, ella agachó la cabeza. Ahora comprendía. Decidio continuar su viaje y salir del hotel.

IV

Al salir de la ducha fue a la ventana. Miró el horizonte, cubierto de una niebla espesa. Las pequeñas gotas que caían tropezaban con el muro y resbalaban quemándolo todo, como si quisiesen perforar la superficie. Ella se había ido. ¿Qué le quedaba ahora? ¿qué tenía él de malo?
Miró a su derecha. De la ventana de al lado salía una nube de humo. Alguien fumaba.

Bloom-Withno

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