lunes, 27 de julio de 2009

The fog of the war (Rumores de guerra)

Documental de Errol Morris (The thin blue line, SOP: Standard Operating Procedure) que versa sobre el ex-secretario de Defensa, Robert Mcnamara, durante el mandato de J. F. Kennedy y L. B. Johnson.

Para quien le interese: Oscar´03 al mejor documental.


Destripando. ¡Ojo, que cuento cosas rollo spoilers!


Antes del visionado sabía que Mcnamara era uno de esos nombres que se mueven en la iconografía estadounidense (Nixon, Kissinger, Hoover,...) como representates de una de las etapas más controvertidas, fascinantes y decisivas en el desarrollo del mundo en el siglo pasado.

Cogí el documental con interés y preocupación. Con interés porque, como ya he dicho antes, se trata de un hombre que ha estado en primera linea junto a nombres como Kennedy, Johnson, Lemay, Jrushchov, Castro, etc. Y con preocupación ya que soy muy escéptico en cuanto a declaraciones de políticos en general, intentando convencer o excusar con las artimañas propias de estos funcionarios.

Pero no. La realidad es que en frente tienes a un hombre contándote lo que vivió, lo que sintió, lo que aconsejó y las reflexiones que sacó después de haber vivido todo aquello.

Y esa realidad es la que hace de Mcnamara un ser excepcional en la clase política al verse enfrentado con sus propias dudas, las cuestiones sobre lo que hizo, los debates morales, las acusaciones y las preguntas sobre si sus actos son crimenes de guerra, sobre si pensaba en las consecuencias.

A través de diez lecciones podemos ir viendo el personaje: su educación, el empresario de éxito, su trabajo como asesor en la Casa Blanca, perfiles de presidentes y generales en aquel lugar tenebroso que se hace llamar (irónicamente) Casa Blanca. Mcnamara muestra y enfrenta al espectador a los entresijos del poder, a las artimañas para convencer a la opinión pública, muestra como se conforma ese acto cruel y bárbaro que es la guerra.

Y mientras el espectador evalúa las decisiones tomadas, el hombre que lo cuenta no busca excusas ni pide perdón, ni benevolencia en el juicio a sus actos. Sólo comparte lo que al final de una vida puede ser llamado experiencia. Experiencia que se convierte en sabiduria cuando su ejercicio de autocrítica nos deja consejos tan simples y concisos como fundamentales en el desarrollo del mundo. Consejos que nunca deberían ser olvidados por los que tienen las riendas, por los que dirigen los designios de muchos.

Todo un ejercicio de conciencia que conforma lo bueno y lo malo del ser humano, la apología de la vida o el camino hacia la destrucción.

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