jueves, 15 de diciembre de 2011

Hechos Reales

La casa, robusta y con un gran pasillo que comunicaba la cocina con el resto de las habitaciones, descansa ahora, a oscuras y en silencio. Sus ocupantes duermen profundamente. El murmullo silencioso recorre toda la casa, como la muerte en las casas de los judíos cuando eran esclavos del Faraón. Solo una invisible línea mágica protege a los habitantes de esa casa. Una línea que prohibe a la muerte silenciosa que se desliza por el suelo y te mira a los ojos, pero no te toca.

Todo está en perfecta quietud, y el sueño es profundo. Hasta que PUMMMMMMMM!!!

Te despiertas pero no abres los ojos, te despiertas justo el segundo antes de que la llave entre por la cerradura y él intente acertar con el cerrojo. Dentro de ti un escalofrío viaja de la cabeza a tus pies. El vello se te eriza, los nervios se ponen a alerta.

Él no acierta con la llave (cómo podría) y los segundos parecen horas. Sabes el desenlace, pero te mata la espera. Intentas olvidarte y volver a recobrar el sueño, donde todo era perfecto y te sentías seguro, pero ya es imposible, se esfumó por esa noche.

La puerta se abre, pero tarde en cerrarse. Oyes sus pasos por el pasillo, lentos, lo suficientemente sonoros como para que perturben tu mente en mitad de la noche. Estás como un gato asustado.

Oyes las llaves, el abrigo que da contra los muebles, su mano recorriendo el sofá. Hasta que se hace el silencio más absoluto.

Sabes que está ahí, frente a tu puerta. Lo sabes por el olor, por la calma tensa que recorre la habitación. Sabes que te está mirando, aunque no sepa dónde estás.

Tú te quedas muy quieto, intentas desaparecer, ir a otro tiempo y otro lugar, rodeado de gente y con un sol que resplandezca en lo alto.

Durante unos segundos no respiras. Vuelves a oír su caminar, lento, hacia la siguiente habitación, y no descansas hasta que sabes que se ha dormido.

Ahí es cuando sabes que la noche ha comenzado.


Bloom-Withno

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