domingo, 12 de enero de 2014

Ella

Ella se mesa los cabellos cerca de la ventana. Piensa en nebulosas, mira sus manos, arrugadas por el paso del tiempo. De vez en cuando le asalta una idea. Es el momento, quizá. Él se lo ha pedido, puede que ahora sea buena época. Ha llegado a la treintena. Un atisbo de algo parecido al atrevimiento le hace decidirse. Ir de blanco. Celebrar una boda. Sus amigas ya se han casado y le atosigan a preguntas sobre su futuro. Cásate ya. Necesitas tener hijos. Estabilidad. Bueno, quizá sea el momento. Quizá.

Ella se mesa los cabellos cerca de la ventana. Piensa fríamente en lo que él le ha presentado. Un plan decidido de su futuro. Una hoja de ruta. ¿Qué fue de mis sueños, mis aspiraciones? ¿Es eso lo que quiero? Tiene miedo, siente temblores. Junta los brazos en su regazo. La personita que viene. Total, es solo un papel. Una formalidad. Para qué dar ese paso con miedo. ¿Es ése mi miedo? Quizá.

Ella se mesa los cabellos cerca de la ventana. Piensa con claridad acerca de su futuro, sus sueños en esta vida que acaba de comenzar, sus estudios, sus ansias de conocer el mundo, quizá viajar, enamorarse febrilmente de un joven apuesto que le robe el corazón. Ay, late mi alma adolescente con todas sus fuerzas. Tengo tantas cosas que hacer. Las haré, seguro. Nada podrá pararme. Seguro.

Ella mira el horizonte desde la ventana. Sonríe. Ante ella, colores, formas, aromas. Ríe. Le gusta lo que ve. Su cara risueña y feliz, propia de las almas no contaminadas por la vida. Ríe.

Ella mira el horizonte desde la ventana. Sonríe. Sus arrugas dibujan pequeños surcos en su rostro, cicatrices de una vida. Sobrevivir. Una vida vivida con intensidad, plena, feliz, con sus altibajos como todas. Mira al horizonte con sabiduría. Le recuerda a él. Sus ojos, su olor, su sonrisa. Su vida.

Ellas miran por la ventana. Ellas.

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