jueves, 9 de enero de 2014

Sereno

Tocar fondo es una expresión que cada vez está más manida. Como si fuera algo común, corriente, o incluso, saludable. Como si tocar fondo fuera un callejón sin salida.
Me resulta extraño incluso para mí, pero tengo una imagen muy nítida de lo que es tocar fondo. Soy yo, en un océano inmenso, descendiendo. Cada vez más bajo, cada vez más abajo. Pataleando compulsivamente hasta que me abandono, hasta que el silencio se apodera de mí y no lucho por respirar, no hay asfixia, ni temor, no hay luz, solo me rodea oscuridad, cada vez más negro, cada vez más abajo.
Esta imagen que mi mente recompone no es dueña de ningún momento concreto, es una reacción visceral que me sirve de autodefensa, de saber lo que es estar abajo, conocer esa sensación. Oh sí, todos tenemos problemas. Pero no es lo mismo.
Tocar fondo significa que eres consciente de tu situación, que no puedes ir a peor. Es una sensación, no hace falta que nadie te lo diga, lo sabes, lo notan en tus ojos, tus manos se agrietan, y si pudieran abrirte en canal, verían un torrente de sangre envenenada, negra como el infierno más lúgubre que te puedas echar a la cara.
Hay que tener un par de cojones grandes para saber esto y convivir con ello. Esto no te deja secuelas, sino escaras, piezas de tu alma que han sido flambeadas, cocinadas con magma por una vida cruel.
Cuando concibes eso, es cuando empiezas a vivir.
El día que tu pena negra deja de ser la garante de tu vida y decides que hasta las amapolas crecen en los lugares más hostiles. Cuando resistes la tempestad. No, no resistes. La haces retroceder. Como un mar bravío que se vuelve en calma a tu paso. Cuando eres el dueño de lo que te deparará la vida.
Es entonces cuando recuerdas que una vez, o durante un tiempo, tocaste fondo. Tu cuerpo todavía lo siente, pero ya convives con ello.
Eres poderoso y resplandeces a lomos de un caballo desbocado que centellea a su paso. Eres una fuerza viva dispuesta a desterrar cualquier atisbo de debilidad. Un titán de luz inalcanzable.
Es, en esos momentos, cuando descubres la calma.
Estar bien con uno mismo, controlar las bridas de tu vida. Conocerte y conocer, mirar más allá de. Mirar más alla de.
Como una estatua de mármol que te mira con sus ojos huecos, como la sonrisa del diablo que te asoma por la comisura.
Has pasado por todo eso y has vencido. Abre la puerta, el mundo es tuyo.

Desde la margen Oeste de la Laguna Estigia

Bloom-Withno

No hay comentarios: